Mini concilio en Níger

Mini concilio en Níger

Hace ya muchos años se le llamaba “Mini concilio” al encuentro de todas las comunidades cristianas de Níger, ese inmenso país, tres veces España, a caballo sobre el desierto del Sahara asomándose de lejos sobre la vertiente atlántica.
Las distancias eran enormes y era una dicha volverse a encontrar después de un año de ausencias, sol, arena y andaduras en el desierto, un desierto vital donde los encuentros son los que marcan el ritmo de la existencia.

Las comunidades cristianas de Níger

Así y sobre los lomos de unos camellos venidos de Egipto fueron apareciendo las pequeñas comunidades cristianas en diversos puntos del país dentro de una sociedad fuertemente islamizada, tanto en el pueblo Songhay como en el hausa o Gurmanché. Pequeñas comunidades, muy distantes unas de otras, con orígenes y culturas diversas, pero que con una misma fe han sabido forjar una identidad espiritual propia por su sencillez, apertura y un esfuerzo continuo en los momentos más difíciles por los que ha atravesado el país más pobre del planeta. En estas travesías, la pequeña iglesia de Niger ha consolidado su credibilidad y respeto a pesar de ser minoritaria, casi insignificante.

Una Iglesia que camina, encuentra, escucha y discierne en la celebración de clausura

También se ha ganado la animadversión de los movimientos Salafistas más radicales dirigidos por Al Qaeda que protagonizaron la quema de iglesias, residencias de religiosos o familias cristianas y escuelas en Enero de 2015 como respuesta a las manifestaciones contra el atentado al periódico humorista Charlie Hebdo. Aquellos incendios y unos años después el secuestro de nuestro compañero Pier Luigi y la violencia que se desató a continuación, no solo contra las comunidades cristianas sino también contra regiones fronterizas con Nigeria al Este, Burkina Faso y Mali al Oeste, hizo que la Iglesia se plantease su subsistencia en un futuro que podría ser complicado.

  • ¿Cómo organizarnos en tiempos de persecución?. Nos preguntamos hace pocos años pasando revista a varias iglesias que habían pasado por experiencias de ese orden en diversos países.
  • Habrá que estudiar la manera de mantener la comunicación y unidad entre los miembros de las comunidades y favorecer la formación de los laicos y su responsabilidad en ella.

De allí surgió la asamblea diocesana siguiente con el título:

“Iglesia-Familia de Dios, fortalecida por su Palabra, sé fiel a tu misión en este tiempo de prueba”.

Que venía a ser una toma de conciencia de las dificultades del diálogo y la convivencia. Había sido una sorpresa dolorosa, nadie se esperaba una reacción tan violenta y aunque no hubiese víctimas mortales no dejaba de mostrar un cambio de actitud de una parte de la población.

Las asambleas siguientes expresaban la misma preocupación e intención de organizarse ante las amenazas latentes tratando de mantener siempre el espíritu de apertura, diálogo y amistad así como el compromiso por los más pobres.

Este año empezamos con una oración dirigida por los presidentes del inicio de la asamblea: el gobernador de la ciudad de Niamey, un pastor protestante baptista, un morabito de la comunidad musulmana que nos recitó la fatia y el arzobispo de Niamey, Mons. Laurent, que expresaron sus bendiciones, cada uno a su manera, sobre la asamblea formada por más de un centenar de personas, sacerdotes, monjas y delegados seglares de las diversas misiones de la diócesis.

El tema de este año sigue poniendo en relieve la función del seglar dentro de la Iglesia:

“Iglesia-Familia de Dios, con un laicado formado y comprometido, sé más responsable de tu entorno”

Una Iglesia que camina, encuentra, escucha y discierne en la celebración de clausura

Y el entorno habló especialmente por boca de Pierre y Víctor, refugiados en Makalondi y Niamey a causa de los ataques Yihadistas.

Pierre, de Bomouanga, a pocos kilómetros de Burkina Faso, donde fue secuestrado nuestro compañero Pier Luigi, nos habla de más de 7.000 personas que han tenido que abandonar sus pueblos, casas y campos para refugiarse en Makalondi, una zona más o menos protegida por el ejército. En la zona de Torodi los refugiados son alrededor de 5.000.

• Dejamos todo porque cuando menos lo esperábamos llegaban bandas de motoristas venidos de Burkina que disparaban contra todo ser viviente sembrando el terror y arramblando con el ganado y todo lo que podían robar de nuestras casas. No podíamos ir al campo a trabajar, habían sembrado minas y más de una persona saltó destrozada por los aires. Fueron varios los vecinos secuestrados. Ahora vivimos un tiempo de cierta calma, pero la amenaza permanece: “Sabemos quienes sois y dónde estáis”, nos dicen.

El testimonio de Víctor fue muy similar. Forma parte de los pueblos fronterizos con Mali: Dolbel, Borobón, Fantio…donde hay algunas comunidades cristianas. Varios centenares de personas se refugiaron en Tera o Niamey con lo poco que pudieron llevarse consigo. Allí permanecieron varios meses y hoy han podido regresar a sus pueblos.

-“Pero nuestros pueblos están muertos. Han desaparecido los animales: vacas, corderos, cabras y hasta los perros. No hay nada más que tristeza. No hemos podido sembrar. ¿Qué va a ser de nosotros?”

Los dos testigos agradecen con emoción la ayuda que han recibido de la Iglesia en alimentos, ropa, cobijo…la solidaridad con que se les ha recibido en parroquias, comunidades, familias cristianas.

– “Sin vuestra ayuda y solidaridad no hubiéramos podido resistir.”

En otro momento de la asamblea se dio cuenta de todo lo que se pudo recaudar en la campaña que se organizó en apoyo de los refugiados y el resultado era impresionante, se superaron los treinta mil euros en un país tan pobre y el número tan reducido de cristianos.

¿Y ahora qué?

Después del testimonio de Pierre y Víctor, así como el de las víctimas de las inundaciones del rio Níger y del Coronavirus nos reunimos por grupos para intentar responder a las preguntas que se imponían: ¿Cómo has reaccionado ante estos testimonios? ¿Cómo lo habrías vivido tú? ¿Qué solución preconizas?

En la puesta en común salía a relucir la indignación, la ira, pero también la compasión, el valor y tenacidad así como la admiración por empezar de nuevo. ¿Qué podemos hacer, qué solución proponer?

Primero la solidaridad, la disposición en compartir también penas y calamidades y luego la oración, una oración que nos prepare a asumir la violencia y hasta la persecución, que nos ejercite a una espiritualidad del don total de sí, de martirio si hace falta, como Jesús, capaz de agarrar la cruz y seguir adelante.

Concluimos la asamblea con decisiones concretas en cada comunidad para todo el año. Y en la mía, allí donde me acaban de nombrar, Dosso, quedamos en tomar dos: la creación de comunidades de base en los barrios de la ciudad y organizar un plan de formación bíblica y de vida cristiana.

Ya siento el cosquilleo de los desafíos y la mirada que intenta ir más allá de los arenales que nos rodean.

Rafael Marco Casamayor.

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