Y  entre todo esto anda Dios 

El primer viaje a Benín fue  en el año 1984. Isabel, mi hermana, ya llevaba dos años allí y queríamos conocer su trabajo.  Mi hermana ya entonces  nos habló de la SMA.

Después, cuando conocimos aquello, no necesitábamos ningún motivo, las ganas de volver bastaban. Y así se sucedieron muchos viajes.

El segundo viaje lo hicimos con Rafael un gran grupo de gente que aún recuerdo. Fue un viaje muy bien preparado donde hubo muchas anécdotas: enfados de Rafael, pérdidas de pasaportes, un paludismo, una estancia en Argel y el viaje en jeep por el desierto… algo inolvidable. Llegamos al norte de Benín. Nos recibieron en Pereré  José Ramón, Satur y Vicente Rico que estaban allí trabajando. Conocimos sus visitas y catequesis por los pueblos, en corros, a la sombra de un árbol o de una casa. Oíamos con ellos la palabra de Dios en su lengua y rezábamos con las manos alzadas el Padre Nuestro. ¡Que precioso nos sonaba!

Observábamos todo y de todo nos admirábamos.

Hubo muchos viajes más: con mi familia, con amigos de la SMA, con gente de Karibu y de mi pueblo de Sonseca. El viaje de los 150 años de la llegada de los primeros misioneros a Benín fue inolvidable.

Hemos recorrido caminos, vivido eucaristías con corales llenas de ritmo, catequesis muy participativas, viacrucis al amanecer, visitas a enfermos, obispos que nos servían en la mesa, entierros tradicionales, niños que sin ningún disimulo nos acariciaban nuestra piel blanca y se peleaban por darnos la mano… ¡Ah! Y la fiesta de la Ganí, fiesta tradicional baribá, de la mano de Jesús Troconiz. Nos llevó a la presencia del rey Baribá, que nos hizo hacerle una reverencia y le contó que le traíamos saludos del rey de España, noticia que fue pasando a todos los señores de su corte. ¡Este Jesús !

Y así varios viajes por las Misiones de todos. Hasta éste que surgió gracias a la primera misa de Roberto Carlos en la parroquia san Francisco de Paula en Madrid y porque muchas cosas pasan porque tienen que pasar. Este viaje lo deseaba, tenía que hacerlo pues recordar lo vivido con José me dala vida. Lo necesitaba. Me ha costado alguna lagrimita, pero ver que lo recuerdan todavía en muchos lugares es muy bonito y me hace agradecer muchas cosas.

Y ahora, en este viaje, estoy viendo a esos misioneros jovencitos, que vimos aprender de la mano de nuestros misioneros mayores. Ahora son ellos los que dan vida a la nueva Misión.

A nuestra llegada a Cotonou Pepe, ejerciendo de superior de la acogida en la Casa Provincial de Benín, mandó una persona de confianza a recogernos, nos proporcionó los francos CFA, y nos dejó su coche con chofer para ir a Ouhida. Nos dejó camino de Parakou, donde Roberto Carlos se brindó a regalarnos dos días completos de su tiempo en la parroquia de Kalalé. En este momento, solo puedo alabar su acogida y el regalo de su compañía. En el recorrido por la Misión pude ver lo que ha crecido la industria de la piscifactoría que vimos nacer con Saturnino. Visitamos las escuelas donde acuden los niños del internado y algún maestro nos habló de la falta de clases, en alguna había 6 niños por pupitre.

En moto, con Roberto Carlos, fuimos a Bessasį para ver los caimanes que hay en un arroyo precioso con cascaditas, nenúfares, niños que juegan, mujeres que hacen la colada. Yo creo que con un poco de peligro.

Pienso: ¡Deben saber a qué hora los caimanes están haciendo la siesta!

Nos llevó también a Ñervabå, el pueblo de algunos niños del internado de Kalalé, de la etnia Gandó. Nos acogieron con su alegría habitual. Estaban celebrando una ceremonia para expulsar los malos espíritus del pueblo. Fue bonito. Un hombre me sacó a bailar. No sentí vergüenza, solo ganas de bailar. Todos lo pasamos bien. Y me pusieron monedas en la frente para felicitarme y que quise devolver pero eran para mí.

Y después de pasar unos días con las monjas de mi hermana, llevar flores y rezar en la tumba de Isabel, vino a buscarme Isidro y así llegamos a Bouka. Los recuerdos de Jesús van conmigo por todas partes aquí. Junto a Isidro he ido a su tumba y durante un buen rato hemos recordado muchas historias. Isidro me decía que le gustaría heredar, sobre todo, el sentido tan extraordinario de su acogida. Allí, delante, se ven los cimientos de la nueva Iglesia, y el trabajo de Isidro, pendiente de todo.

Estos días hay una formación para las corales Baribá y Gandó de todos los pueblos de la parroquia y luego habrá un encuentro de jóvenes.

Así es la Misión, mucho trabajo, mucho ir y venir por caminos rematadamente malos, pero me encanta la tranquilidad con que Isidro lo plantea todo.

¡ Y entre todo esto, anda Dios !

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